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Domingo de Pascua

Una de las más destacadas solemnidades de la Cofradía de la Vera Cruz era, y es, la procesión de del Domingo de Pascua, conocida por La Torrendera, de la Alegría o del Encuentro. No hay constancia documental de su celebración durante el siglo XVI, aunque es posible que los propios cofrades participaran en las celebraciones eclesiásticas del día con muestras de alegría terrenal. En las Ordenanzas de 1562 tan sólo se menciona la participación de seis cofrades, con sus respectivas hachas, «el día de Pascua de Resurrection a la proçesión de la mañana».

Hay que esperar a las Ordenanzas de mediados del siglo XVII para conocer cómo se celebraba esta procesión. La víspera, y sin ninguna mención a que hubiera algún tipo de procesión pero sí un sencillo traslado, aquel texto normativo disponía «que como siempre se llebe bestida y adornada al palacio de la Santa Yglessia a nuestra señora de la Alegría». El domingo de la Pascua de Resurrección, al acercarse la procesión con el Santísimo Sacramento que celebraba el cabildo catedral por la panda que iba desde donde estaba la Virgen de las Nieves a la puerta del claustro, esto es, la nave de la derecha, saldría la procesión a su encuentro desde el mismo claustro, acompañada de los pendones de otras cofradías. Ante el Santísimo haría tres genuflexiones -como en la actualidad- y al tercero se le desprendería el manto negro -tradición perdida en Sigüenza pero mantenida en numerosos lugares de Castilla- para quedar con el blanco. Mientras se cantaría un villancico, sustituido tiempo después por el Resurrexit. Inmediatamente después la Virgen acompañaría al Santísimo hasta la Capilla mayor donde quedaría guardado en el Sagrario. En ese momento era cuando se iniciaba realmente la procesión: desde la Capilla mayor, Puerta de la Reja, altar del Santo Nombre de Jesús y Puerta de los Perdones -todo dentro de la Catedral-, calle y puerta de Guadalajara hasta el Humilladero. La Virgen de la Alegría sería llevada por cuatro de los doce capellanes, los restantes sacerdotes con el abad y todos los hermanos con sus hachas, gobernados por los oficiales seglares, junto con las personas que por su devoción acompañaban esta procesión.

Lo que ocurría es que, tras guardarse el Santísimo, la procesión discurría sólo con el paso de la Virgen. Para incidir y resaltar más la Resurrección de Cristo, se introdujo poco antes de redactarse las Ordenanzas de 1658 una novedad: «Y porque se a echo y a de ponerse en perfección una echura de Nuestro Señor resucitado para llebar en esta procesión como a ido algunas veces para quando este echa, se ordena que dicha echura a de estar en la Capilla del Sto. Christo del trascoro que para ello diesen licencia los Sres. Dean y Cabildo y acabada la procesión del Santísimo y encerrado a de ir la procesión desta Hermandad por dicho trascoro enpeçando por Sta. Librada y al llegar Nuestra Señora ha de salir Nuestro Señor resucitado y le an de llebar quatro hermanos de habito negro que ha de nombrar el dicho peostre y a de ir delante de Nuestra Señora prosiguiendo la dicha procesión como ba dicho hasta el Humilladero donde se a de acabar dicha procesión». No cambió el ritual hasta comienzos del siglo XXI.

También aparece regulada la procesión del Domingo de Resurrección en las Ordenanzas del siglo XVIII. Muy de mañana, todos los hermanos eclesiásticos con sobrepellices y los legos de reserva con sus hachas estaban obligados -bajo la misma pena que el Jueves Santo- a bajar a la ermita del Humilladero para acompañar, al igual que otros devotos, procesionalmente a la Virgen de la Alegría, «a que concurrirán como siempre se ha practicado los Pendones de las Hermandades». Desde la ermita enfilarían hacia la Catedral, entrando por la puerta del Claustro, para incorporarse a la que estuviera celebrando el cabildo. Producido el encuentro «harán tres genuflexiones los quatro señores sacerdotes que llebaren dicha Santa Imagen, que serán los que nombrare el Sr. Abad, y acavado el villancico según por donde fuere la Prozesión hasta la Capilla maior donde estará Nra. Sra. hasta haver encerrado el Santísimo». Terminada la propia del Cabildo, volvía otra vez a comenzar la procesión de la Vera Cruz, saliendo por la Puerta de los Perdones, calle y puerta de Guadalajara hasta llegar al lugar de inicio. Llama la atención el silencio que guarda este texto acerca de la imagen de Jesús Resucitado a la que aludían los capítulos del siglo anterior, a pesar de lo cual es posible que tras encerrar el Santísimo acompañara a la Virgen de la Alegría.

A mediados del siglo XIX y de acuerdo con lo establecido en 1845 y ratificado después en 1865 sobre quién debía portar la imagen de la Virgen de la Alegría, puesto que si bien había sido tradicional que la llevaran hermanos sacerdotes estos ya planteaban algunos inconvenientes para seguir haciéndolo. Por tal motivo, se dispuso «que en la mañana de Resurrección la lleven maitinantes de sobrepelliz a la Procesión del Smo. Sacramento, y que concluida esta en la capilla mayor, la tomen los Armados para bajarla a la hermita con todo orden y compostura». Pero en la diputación de 16 de marzo de 1878 se acordó que «a los Señores Sacerdotes que cumplan con su carga de llevar las Stas. Imágenes de Nuestra Señora y celebren la misa de vivos y difuntos de la Cofradía, todo vajo la aprovación de la Cofradía».

Las Constituciones de 1867 también recogieron el traslado de la Virgen de la Alegría la víspera, tal y como se hace en la actualidad. Este texto normativo da cuenta de que la Virgen «se lleba el Sábado Santo por la tarde desde la hérmita a la Santa Iglesia Catedral, rezando el rosario el Abad de manteo y vonete, acompañada por algunos hermanos con achas, y el Maiordomo con la insinia y queda en la Capilla de la Concepción del claustro para la procesión del día siguiente». No es una procesión, es un traslado de la imagen. Quedaba en el Claustro catedralicio porque secularmente entraba por la puerta de acceso más cercana a la Puerta del Campo para dirigirse por la de san Valero al interior de las naves donde se realizaba el encuentro. El artículo 4 de las Constituciones de 1867 se limitaba disponer que el Domingo de Resurrección celebraría la procesión con la Virgen de la Alegría y «que después de la procesión que hace el Ilmo. Cabildo en la que toma parte, vuelve nuevamente a la hermita». De nuevo el texto normativo de la Cofradía reitera la distinción entre las dos procesiones que se realizaban, complementarias entre sí, pero que tenían inicios y destinos diferentes, aunque coincidieran en una parte de sus recorridos.

La devoción que durante siglos despertó la Virgen de la Alegría, que recibió incluso legados de los fieles seguntinos y que hoy se ha perdido en gran medida, se plasmó en el artículo 6 de las Constituciones de 1867, pues de acuerdo con este precepto el Humilladero permanecería los tres días de Pascua de Resurrección constantemente abierta, con la imagen puesta en andas.

 

En una crónica que firmó el obispo con motivo de la Semana Santa de 1928 incluía una especial mención a los actos de la mañana del Domingo de Pascua. Para él, era «uno de los actos más simpáticos y atrayentes que se celebran en la ciudad, acudiendo en masa toda la población para presenciar el encuentro de la Santísima Virgen con su Divino Hijo ya resucitado, desbordándose el entusiasmo del pueblo en manifestaciones de júbilo y alegría, disparando multitud de cohetes, volteando las campanas y acompañando a la Virgen todos los seguntinos llenos de regocijo por el triunfo completo que obtuvo Jesucristo con su gloriosa Resurrección».

En la crónica que acompaña el artículo del obispo se añade, además, que a las cinco de la mañana se cantaron Maitines y Laúdes en la Catedral, e inmediatamente «se celebró la procesión, llamada del Encuentro dentro del ámbito de la misma iglesia, terminada la cual se organizó otra para llevar la imagen de la Virgen de la Alegría desde la Catedral a la Iglesia de los Huertos». En el texto quedan diferenciadas las dos partes de la ceremonia, el encuentro propiamente dicho con el Santísimo en las naves catedralicias, con las tres genuflexiones, y tras guardase en su altar, la procesión con la Virgen.

           

En la Petición formulada por los presidentes de las Cofradías de la Vera Cruz y Santo Entierro solicitando permisos para salir las procesiones de Semana Santa elevada al alcalde con fecha 25 de marzo de 1936, se manifestaba que la procesión de Pascua de Resurrección se realizaría a las seis de la mañana, desde la Catedral a la iglesia de los Huertos, por las calles del Cardenal Mendoza, Pablo Iglesias -Humilladero- y Conde de Romanones -Paseo de la Alameda-. Aunque también solicitaron permiso para el traslado del Sábado Santo a las cinco de la tarde, desde las Ursulinas a la Catedral por las calles de San Roque y Serrano Sanz.

De acuerdo con el programa de 1955 esta procesión se iniciaba a las siete de la mañana con la Virgen de la Alegría, tras realizar las tres genuflexiones de rigor al Santísimo en la Catedral. Después se dirigía por las calles del Cardenal Mendoza, Calvo Sotelo y General Mola, para terminar en la iglesia de Nuestra Señora de los Huertos. En 1959 se había incluyó la celebración de la misa rezada a las seis y media de la mañana en la Catedral, media hora después Procesión del Encuentro -dentro de la Catedral con el Santísimo y la Virgen de la Alegría, como se venía haciendo secularmente- y a las siete y media la procesión con la Virgen hasta la iglesia de los Huertos. También se incluyó en el programa religioso una misa de pontifical a decir por el obispo, y así se mantiene en la actualidad.

En la actualidad, como sucedía antaño, el Sábado de Gloria los pasos de Cristo resucitado y de la Virgen de la Alegría son trasladados por los hermanos de paisano, a la Catedral. La Virgen queda depositada en el Claustro y el Resucitado en el crucero catedralicio.

Manteniendo la tradición secular, hasta  2015 y tras la misa rezada oficiada secularmente por el abad de la cofradía, cinco hermanos -uno como mando- vestidos con la chaquetilla, el calzón, las medias negras, la camisa blanca y la faja roja se sitúan detrás de la Puerta de San Valero. Las reformas litúrgicas implicaron la sustitución de la custodia por la talla del Resucitado, que llevan otros cinco hermanos vestidos de igual manera.

Una vez abierta la Puerta de San Valero el jefe de La Torrendera da los golpes de mando, debiendo hacer los armados que la llevan tres genuflexiones ante la talla de Cristo. El abad reza las oraciones acostumbradas y procede a la bendición, mientras suena en el órgano el Resurrexit. Terminado este acto dentro de la Catedral, numerosos cohetes y los sones de la dulzaina -no en vano antes venían dulzaineros de Aranda de Duero para esta procesión- anuncian a la ciudad el inicio de la procesión y, en definitiva, la Resurrección de Cristo. También fue tradicional durante este siglo que la Banda municipal acompañara la procesión, iniciando con ello sus actuaciones anuales.

En 2015, una vez restauradas las imágenes de Jesús resucitado y de la Virgen de la Alegría se realzó esta procesión y cuanto representa, facilitando la participación del mayor número de personas, por lo que se retrasó el inicio de la ceremonia, aunque la procesión de La Torrendera continuó iniciándose acabada la misa solemne en la Catedral, con idéntico ritual y el mismo recorrido.

El Domingo de Pascua de 2016 pasará a la historia de la Cofradía porque fue la primera vez que las hermanas de carga han portado la Virgen de la Alegría y han realizado las genuflexiones ante Cristo Resucitado en el atrio de la Catedral.

Las hermanas de carga visten con un traje similar al de dentro de los armaos, aunque con fajín azul purísima, y llevan la imagen desde la Catedral a la iglesia de Nuestra Señora de los Huertos.

 

El recorrido, mantenido por la costumbre, baja por las calles del Cardenal Mendoza, Humilladero y paseo de la Alameda, anunciando la llegada el campanil de la iglesia de Nra. Sra. de los Huertos. Los pasos se colocan en el presbiterio entre cánticos de los asistentes y de la comunidad franciscana. Tras las felicitaciones de Pascua, solía ser tradicional la venta o en su caso reparto de bollos y subasta de las flores de la Virgen. Después los hermanos se reunían a almorzar, no sin quemar antes su explosivo judas.

Para el recuerdo queda ya esta incorporación, de la que dieron cuenta los medios de comunicación como puede verse a continuación, y que hoy ya forma parte consustancial de la Semana Santa seguntina.

 

 

© Pedro Ortego Gil

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