LA CEREMONIA DEL
DESCENDIMIENTO
La
Semana Santa de 2017 será recordada en Sigüenza por la
recuperación del que, probablemente, fue el último auto
religioso representado en su catedral.
Cuando
se fundó la Noble y Loable Cofradía del Santo Sepulcro de
Cristo Nuestro Señor y Esclavos de la Cruz en el siglo
XVII, adquirió para la procesión del entierro de Cristo una
talla articulada de tamaño natural. Pero antes de iniciarse
la procesión y al igual que se hacía en numerosos pueblos y
ciudades de España, se procedía al Descendimiento de la
imagen desde la Cruz, en la que se hallaba clavada, hasta la
urna. Ceremonia que pudo ser simultánea al sermón, o bien
realizarse una vez terminado.

Los
detalles de esta ceremonia no aparecen regulados en las
constituciones de la cofradía, pero sí sabemos que se
realizó por primera vez en 1637, pues los hermanos
solicitaron al cabildo catedral el 12 de enero de aquel año
la licencia para realizar el Descendimiento. A ello accedió
la corporación capitular, como era costumbre «por esta vez»,
facilitándoles los ornamentos y permitiendo la asistencia de
dos de sus miembros, que fueran hermanos, con capas de coro.
Las
actas del cabildo y alguna documentación complementaria nos
aportan detalles de la ceremonia. Trasladada la urna con el
Cristo yacente el Miércoles Santo desde la ermita de San
Lázaro a la Catedral, la talla, por su estructura
articulada, era elevada a una cruz, situada en un tablado
previamente colocado, primero delante del altar de San
Martín, más tarde del de la Virgen de la Mayor y,
accidentalmente, en la Puerta de los Perdones.
El
Viernes Santo, mientras se cantaban las Tinieblas, se
iniciaba el rito del Descendimiento hasta situar la imagen
de Cristo en la urna. Esta se hallaba adornada con un dosel,
candelabros y otros ornamentos. Como se apuntó hace tiempo,
quizá ese dosel o tapiz fue el que descubrieron miembros de
la Asociación de Amigos de la Catedral durante unas tareas
de limpieza. Este lienzo representa, precisamente, un
descendimiento y tiene unas dimensiones similares a la parte
central del retablo de la Virgen de la Mayor, por lo cual
pudo servir, como era habitual hasta hace pocas décadas,
para cubrir dicho altar.
El acto
propiamente del Descendimiento correspondía a un diácono y a
un subdiácono, ambos clérigos mercenarios. Una tarea que
representaba la que había correspondido a José de Arimatea y
Nicodemo, porque según los Evangelios fueron ellos los que
llevaron la sábana y facilitaron la mirra y áloes.
De
manera semejante a como se hace todavía en los lugares donde
se mantiene esta ceremonia -como en el pueblo alistano de
Bercianos-, el cuerpo de Cristo era presentado a su Madre
antes de ser depositado en la Urna. A continuación, los
hermanos legos procedían a portar el Sepulcro y los hermanos
sacerdotes la imagen de Nuestra Señora de la Soledad. Al
menos desde el siglo XVIII fueron los armaos los
encargados de portar sobre sus hombros a Cristo, y desde
mediados del siglo XIX a la Virgen, aunque en este caso sin
el casco y las mallas.

El año
1779 correspondió al obispo Juan Díaz de la Guerra, tan
famoso por las obras que realizó en Sigüenza y otros lugares
del obispado, decir el sermón del Viernes Santo. Quizá su
presencia y la atracción que conllevaba esta representación
sacra provocó numeroso ruido entre los fieles. Lo cual
disgusto al prelado. Con
estos antecedentes, el obispo suprimió la ceremonia por auto de 3 de
marzo de 1780, obligando a que sólo se predicara el sermón,
tal y como sucede en la actualidad. Esta decisión episcopal
la fundamentó en los perjuicios ocasionados por "las
representaciones hechas al vivo por la mucha concurrencia de
la gente, confusión y griterío que tales representaciones
causan, y siendo de esta naturaleza el Descendimiento que el
Viernes Santo en la tarde se hace en el trascoro de Ntra. Sta. Iglesia Catedral al tiempo que se cantan las Tinieblas,
perturbándolas la confusión, ruido y grita, que Nos mismos
experimentamos el año pasado". No fue una prohibición
exclusiva de Sigüenza. Durante los años de la Ilustración
otros obispos decretaron medidas similares, tendentes a
restringir ciertas funciones propias de la Semana Santa y,
más en concreto, aquellas vinculadas a la ceremonia del
Descendimiento.
Tan
drástica prohibición haría que la hermandad entrara en un
período de crisis, que también afectó a la cofradía de la
Vera Cruz. Los hermanos acudieron al tribunal eclesiástico de la
diócesis, que resolvió el pleito en 1796 y permitió que
volvieran a celebrarse al año siguiente las procesiones de
Semana Santa -nunca más la función del Descendimiento- con
la condición de que se hicieran de día, permitiendo decir un
sermón delante de ambos pasos en el altar de la Virgen de la
Mayor.
Desde
hace algunos años, los hermanos de la Cofradía de la Vera
Cruz y Santo Sepulcro de Sigüenza han venido trabajando en la
restauración del patrimonio artístico y monumental que
posee, pero también en la recuperación de cuantas
tradiciones estuvieran en su mano y hubieran sido parte
importante desde fundación en 1636. Atendido lo primero, se
centró en recuperar la ceremonia del Descendimiento, para lo
que ha contado con la colaboración y apoyo del deán y del
cabildo catedral.

No ha
sido una tarea fácil. La documentación manuscrita no era lo
suficientemente explícita sobre algunos detalles menores. El
ritual que se sigue en algunos lugares, en los que las
prohibiciones episcopales no llegaron a cumplirse -Bercianos
de Aliste- o en los que se ha recuperado hace pocos años
-Palencia-, han servido para comprobar cómo los datos
históricos conservados en Sigüenza coincidían con lo
observado en ellos.


El
presidente de la cofradía, el jefe de armaos y los
hermanos han puesto todo su esfuerzo para que esta ceremonia recupere el esplendor
y la solemnidad que tuvo desde 1637 hasta su prohibición a
finales del siglo XVIII, porque es la representación misma
del Entierro de Cristo.

En los
siguientes enlaces se pueden seguir retransmisiones de la
Ceremonia de años anteriores.
© Pedro Ortego Gil
Marina Ortego Carrascal
Pedro Hervás Cuevas
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