SEMANA SANTA DE SIGÜENZA

Historia de la Cofradía de la Vera Cruz

Historia de la Cofradía del Santo Sepulcro

Procesiones

Imágenes

Los Armaos

Programa 2023

Ermitas

Tradiciones

Cofrade Solidario

Música Cofrade

La ceremonia del Descendimiento Semana Santa Virtual (2020 y 2021)
Cofradía del Santo Sepulcro de Sigüenza

 

 

 

La documentación guarda silencio sobre los armados, o simplemente armaos, hasta mediados del siglo XVII. El capítulo 11 de las Ordenanzas de 1658 dispuso que en la procesión del Domingo de Ramos se habían de nombrar «para traer el Señor Christo de la coluna seis personas hermanos de dicha Cofradía de habito negro. Para llebar el Santo Cristo de la Cruz a cuestas doce hermanos labradores de buen ábito y que tienen deboçión dello. Para la noche del Juebes Santo a de nonbrar otros tantos con sus túnicas, personas que puedan llebarlos eligiendo los mas a propósito». El Cristo de la columna era portado por hermanos con hábito o con túnica; mientras que paso grande era llevado por doce hermanos labradores. Por la información posterior estos doce labradores de buen hábito dejarían paso o se convertirían en los armados.

Las Constituciones de 1726 no resuelven las dudas, aunque mantienen alguna de las peculiaridades establecidas en 1658. Quedó dispuesto que en las procesiones de Semana Santa «saldrá el paso de la Columna, que llevaran quatro hermanos nombrados por el mismo (prioste), atendiendo a que vaian con la maior decencia que pudieren, y se seguirá el paso de la Cruz a cuestas, que llevaran los hermanos de disciplina, nombrados por el dicho peostre». El paso grande de Jesús con la Cruz a cuestas ya no era llevado por hermanos labradores sino por hermanos de disciplina, aunque quizás se cambió la denominación pero no las personas a las que se refería.

 

 

 

Salvo la imagen de la Virgen de la Soledad el Jueves Santo, de la Alegría el Domingo de Pascua y la Cruz de mayo, que eran portados por cuatro sacerdotes de los doce capellanes, los restantes pasos -Cristo de la columna y Cristo con la Cruz- comenzaron a ser llevados por hermanos de disciplina, al menos, desde mediados del siglo XVII. Conviene tener presente que, hasta finales del siglo XVIII y en concreto hasta el reinado de Carlos III, las procesiones contaban con la presencia de disciplinantes, quienes se azotaban durante su desarrollo. Tal actividad se prohibió por aquel monarca en 1777, con lo cual hubo que transformar la condición de los hermanos de disciplina en otra diferente, por lo que debieron pasar a desempeñar otra actividad que implicaba cierto sufrimiento: la de hermanos de carga, que ya estaba reconocida para algunos desde 1726. Pero esta medida no resuelve la posición de los armados, aunque si fue su precedente.

En la junta general de 17 de septiembre de 1775 se nombraron los cuatro sacerdotes para portar las Vírgenes y, a continuación, «para llebar el Santísimo Christo de la Cruz a cuestas se relixieron y nombraron a los señores... Para llebar al Santísimo Christo de la columna asimismo se religieron y nombraron... o quando alguno de los suso dichos no pudiese por no tener vestido de golilla, o estubiese enfermo o ausente, así estos como los señores mayordomo y procurador se les da comisión y facultad por dicha Cofradía, para que busquen con tiempo quien quisiese voluntariamente vestirse para dicho efecto». El primero de los pasos era llevado por diez hermanos y el segundo por cuatro. En la junta general del 10 de marzo de 1776 se vuelve a acordar que los cuatro hermanos designados para el Cristo de la columna vistieran de golilla. En los años siguientes se insiste en que este cuarteto vistiera de golilla y en la sustitución de hermanos, pero no se indica nada acerca de la vestimenta de quienes llevan el paso grande. Por tanto, los golillas eran herederos de aquellos seis hermanos de hábito negro del siglo XVII y de los cuatro que debían ir con la mayor decencia según el texto de 1726.

Cuando comienzan a ser más explícitas las noticias la autoridad diocesana prohibió las procesiones. En julio de 1796 se vuelve a autorizar su celebración bajo ciertas condiciones. En la junta del 17 de aquel mes se acordó no introducir ninguna novedad en las procesiones del Domingo de Ramos y Jueves Santo, salvo la prohibición del sermón de la disciplina. En la junta del 5 de marzo de 1797 se nombraron los oficios para la Semana Santa: cuatro hermanos para el Cristo de la columna, «a los que se les prebino vengan vestidos de golilla»; y, diez hermanos seglares para el Cristo con la cruz a cuestas, a los que se les previno «vengan vestidos de armados». En 1798 se señala que los hermanos que llevaban este paso «se ofrecieron por devoción» algunos hermanos, y se les encargó «vengan vestidos de armados». En suma, los doce labradores citados en las Ordenanzas de 1658 de buen hábito y los diez hermanos de disciplina mencionados en las de 1726 se convirtieron en los armados. Las fuentes manuscritas, por fin, aluden a la vestimenta que les dio su nombre.

A comienzos del siglo XIX se comienza a distinguir en el seno de la Cofradía entre anderos, los cuatro clérigos que llevaban las andas de las Vírgenes de la Soledad y de la Alegría y que, por tanto, no tienen nada que ver con los tradicionales anderos de la Cofradía; golillas, los que portaban el Cristo de la columna y el que llevaba la Cruz verde; y, mallas, es decir, los vestidos de armado y encargados de llevar el paso grande de Jesús con la Cruz a cuestas ayudado por Simón Cirineo.

 

 

 

 

Podemos afirmar, aun con ciertas dudas, que los armaos fueron la transformación de los hermanos de disciplina, cambio que se produjo a finales del siglo XVIII. Esta puede ser una de las razones por las cuales las primeras menciones a los armados las encontremos ya iniciado el siglo XIX en la Cofradía del Santo Sepulcro. Para poder comprender la figura de los armados hay que tener presente el interesantísimo decreto del abad Pablo Ramírez de 20 de febrero de 1803:

«El infraescrito abad de esta Cofradía ha visto la súplica de los exponentes con el decreto que le acompaña, y dice que, para evitar desavenencias y disputas en lo sucesivo, convendrá que los hermanos más antiguos suban la noche del Jueves Santo a la Catedral a Nuestra Señora y los armados el Santo Sepulcro; y, pues que estos se hallan en una posesión inmemorial de llevar también el expresado Santo Sepulcro en la solemne procesión del Viernes Santo, debe estarse a ella, ya por razón de la misma costumbre, ya por no ser justo que los hermanos (en caso de que estos lo pudiesen llevar) dejen el vestido que les caracteriza de hermanos de dicha Cofradía, y ya también por no privar a esta solemne función de las luces con que deben concurrir, cuyo punto es de la mayor atención para la referida solemnidad. Pero para que nunca falten sujetos que se vistan de tales armados a dicho efecto y se excite a un ejercicio tan devoto y religioso, podrá la Cofradía dispensarles la gracia de a que así a estos, como a sus mujeres, verificado su fallecimiento les lleven la insignia y estandarte en su entierro».

A pesar de que el texto alude a la posesión inmemorial, no parece que pueda ser anterior al siglo XVII, pero sí cabe resaltar que unos y otros hermanos vestían diferentes trajes. La junta del Santo Sepulcro confirmó este decreto, nombrando por tales armados a ocho vecinos y desestimando la petición de los seis hermanos que dieron lugar a esta resolución, a pesar de que tenían sus vestidos de armado. Estas declaraciones nos llevan a afirmar que los armados no pagaban cuota alguna y que en realidad no se tenían por hermanos. En 1814 se estableció un criterio más flexible, al disponer «que el Santo Sepulcro en la procesión se lleve por los hermanos que por su antigüedad les corresponda, y si algún hermano quiere llevarlo, pondrá sujeto a su cuenta para que asista con luz a la procesión, para que no falte asistencia».

 

A mayor abundamiento, en 1835 se nombró una comisión dentro de la Cofradía del Santo Sepulcro «para que admitan en los términos que les parezca a los que se vistan de armados». En virtud de este acuerdo, tres años después, se adoptó una decisión de gran importancia al: «admitir a los armados que quieran ser tales hermanos con las mismas cargas de misas y asistencia con luz a los entierros de los difuntos, pero sin pagar entrada, y con la obligación de llevar y venirse de tales armados para llevar la Urna del Santo Sepulcro en la tarde del Viernes Santo, en cuyo acto se presentó a la Cofradía Enrique Plaza, al que se admitió con las obligaciones, y a su mujer Bernarda Bravo». Si todas estas noticias se refieren a los armados del Santo Sepulcro, otro tanto cabe sostener de sus homónimos de la cofradía de la Vera Cruz.

 

 

 

 

 

Como, además, los pasos de la Virgen eran llevados por cuatro sacerdotes y no por los hermanos de disciplina o de carga, es fácil explicar el motivo por el cual los armados que portan en la actualidad la Virgen de la Soledad el Viernes Santo por la noche en la procesión del Entierro y el Domingo de Pascua en La Torrendera van con el traje de dentro y no con el de armado. Una vez que los clérigos dejan de pertenecer habitualmente a la cofradía y, por tanto, no llevaban las imágenes de la Virgen, sus sustitutos van vestidos sólo con la chaqueta, el calzón y la faja roja, nunca con el coleto, las mallas y la lanza. Este cambio debió de producirse en la primera mitad del siglo XIX.

A diferencia de las Ordenanzas precedentes, las Constituciones de la Vera Cruz de 1867 sí los regularon porque ya constituían una pieza esencial en el desarrollo de la Semana Santa de Sigüenza. Fue en este texto normativo cuando se estableció definitivamente el cargo de jefe de armados, si bien parece lógico que se regulara un oficio que ya existía. En un acuerdo adoptado por la cofradía de la Vera Cruz en 1865 «se ordenó que aya un hermano de los armados para que este represente a ellos y este sea para ellos el punto que les haga cumplir con todas sus cargas y les ponga sus correspondientes puntos a sus faltas».

 

 

Interesante es también un acuerdo de su diputación de 1869 por lo que se refiere a la determinación de las obligaciones de los armados con relación a las procesiones: «El Sr. Jefe de Armados hizo presente a la Junta ciertas observaciones respecto al cargo y obligaciones de estos, y suplicó a la misma se hicieran constar nuevamente en esta acta para gobierno de la Hermandad y evitar en lo sucesivo disgustos que pudiera haber. Oídas estas observaciones, se acordó: Que los armados tienen el derecho y cargo de llevar las Santas Imágenes en las procesiones ordinarias sino también en la extraordinaria del Sábado Santo por la tarde cuando se sube desde la Ermita a la Sta. Iglesia Catedral a Nuestra Señora de la Alegría y bajarla la mañana de Pascua sino hubiera Señores Sacerdotes o maitinantes; y advirtió a dicho Gefe que para esto y en lo sucesivo el que desempeñe este cargo cuidará de designar los cuatro que han de hacer este servicio dichos días, dando avisos de haberlos designado y sus nombres al Secretario, y que si hubiere falta se les castigará con la media libra de cera que se marca en el artículo que habla de las penas impuestas a estos».

La citada Cofradía contaría con el número de armados que juzgara necesario para llevar las imágenes, «los cuales por esta carga estarán exentos de pagar entrada, y serán considerados sin esta como tales hermanos si dejan de serlo después de haber hecho este servicio veinticinco años». A los armados correspondía elegir su jefe, quien debía no sólo mandarlos sino también llevar cuenta de sus faltas para sancionarlas.

En ocasiones el número de armados quedó tan reducido que existieron serios problemas para que pudieran salir todos los pasos. Sirva de muestra que en 1866 «se hizo presente a los pocos hermanos armados que se hallaban presentes si estaban preparados para hacer su servicio en las próximas procesiones, mas como el que de estos esta encargado de representar a todos ellos manifestara que le constaba que alguno de los mismos no quería seguir con dicha carga, se le comisionó para que por medio de aviso del criado, manifestasen cada uno su resultado, y este mismo hermano encargado, lo haga en los ocho días que estaba mandado antes de cerrar esta acta». Siempre hubo voluntarios entre los hermanos de vela para cubrir esta merma.

 

 

Durante los dos últimos siglos se ha producido en ciertos períodos una disminución de hermanos, sobre todo de aquellos que más sacrificio físico están obligados a realizar. En todo momento se buscaron soluciones pragmáticas para saber el número de armados con que se contaba y, de acuerdo con ello, determinar lo necesario para las procesiones de Semana Santa, porque en ocasiones existieron dudas acerca de la posibilidad de reunir el suficiente número de armados para poder llevar los pasos. Cuando esto sucedía, las imágenes menos pesadas han sido portadas por hermanos de vela o por quienes, sin pertenecer a la Cofradía, han vestido de capuchón. En el recuerdo de muchos está viva la imagen de los capuchones de Santiago llevando la Oración del Huerto o la Dolorosa, por ejemplo. La Cofradía ha tenido trajes de su propiedad para facilitarlos a los hermanos para que se vistieran. En 1900 se estableció un criterio, que debía venir de tiempo atrás y que aun hoy día permanece en el ánimo de la mayor parte, en virtud del cual «los señores armados que sean de carga que se vistan para dichas procesiones y si no pueden, queda a su cargo buscar quien se vista por ellos, y los Sres. Armados que no sean de carga y tengan vestidos de la Cofradía y no quieran vestirse que entreguen los vestidos a la Cofradía para disponer de ellos».

 

 

Con la adquisición de nuevos pasos en la primera década del siglo XX, se necesitaron más hombros para llevarlos y, en consecuencia, aumentó el número necesario de armados. En 1911 se discutió que «para que todos los pasos sean llevados por armados se necesitan veintiocho y no hay más que veinte armados, y trajes con los cuatro que regalan los hermanos arriba citados hacen veinticuatro, se dispuso ver si había ocho voluntarios para llevarlos y vestirse con los cuatro trajes regalados y otros cuatro que se buscarían, y el hermano Matías de la Concepción dijo que el buscaría tres, D. Sotero Hernández se comprometió a hacer dos, D. Rogelio Checa ofreció buscar uno, D. Román Velasco y D. Santiago de Vera Conde ofrecieron vestirse, con lo cual quedó cubierto el número de veinticuatro armados que son los que se necesitan para las procesiones de Semana Santa. A continuación también se acordó que los chicos que llevan las lanzas de los armados no vayan delante de la procesión haciendo ruido, llamando la atención y quitando devoción, sino que a los dos lados de cada paso vayan las lanzas de los armados que llevan las Imágenes, como dándole guardia».

El problema del número de armados es cíclico, pero siempre acaba solventándose. En 1912 se expuso la necesidad de que «hubiera en la Iglesia de los Huertos una Junta de los hermanos armados con objeto de ver si había número suficiente para llevar las Santas Imágenes, y al mismo tiempo ver los trajes que hay, y si alguno le falta alguna prenda, y determinar entre ellos la organización que habrá de llevar en la procesiones bajo la dirección del jefe». Esta idea de reunir a los hermanos de carga con carácter previo a la Semana Santa debió facilitar la organización de las procesiones y así se ha venido realizando desde entonces.

 

 

 

El resultado, sin embargo, tampoco fue satisfactorio. En una de las diputaciones de 1917 se decidió trasladar el asunto a una junta general para que se discutiera que «si había muchos hermanos, se viera el modo de llevar las Santas Imágenes visto el escaso número de armados que han quedado». El ciclo pareció terminar en 1918, cuando se manifestó a la Cofradía «que tenían pedida la entrada de hermanos con carga de llevar las imágenes en las procesiones de Semana Santa, pero sin traje de armados los jóvenes siguientes de esta vecindad… todos solteros que pedían la entrada con la condición de que había que perdonarles el abono de la cuota de entrada; y después de discutido el asunto se acordó admitirlos como hermanos armados, sin traje, con obligación de llevar las Imágenes y sin necesidad de pagar la cuota de entrada, considerándose en este punto como los demás que entran con carga de armado con traje y no pagan entrada». A pesar de esta medida, la situación se agravó en 1921, cuando «en vista del número escaso de armados, el paso de la Crucifixión se suba a la Catedral el Domingo de Ramos después de misa de dos, en vez de subirlo por la tarde en la Procesión». La necesidad acuciaba de nuevo en 1923, cuando se dio carta de hermandad a varios jóvenes que deseaban entrar con la carga de armados. El problema parece superado en la actualidad.

En las juntas generales del siglo XIX previas a la Semana Santa se advertía a los armados para que estuvieran dispuestas para aquellos días, empleando una fórmula casi ritual: «y a los señores Armados que quedan abisados para el Domingo de Ramos y Juebes Santo sin otro aviso».

 

 

Para jefe de armados era elegido, normalmente, el hermano de carga más antiguo, siempre que quisiera aceptar voluntariamente dicha designación. En 1869 la diputación formó «la terna para Gefe de Armados para que entre estos elijan aquellos al que crean conveniente». Al año siguiente el jefe de armados manifestó ante la diputación «si había de ir vestido en las procesiones, puesto que de este modo no le es tan fácil poder vigilar a aquellos, y la Diputación acordó que sí vaya vestido, y que si fuese necesario para el mejor orden, que otro de dichos armados le ayude, y que desde luego se autoriza al hermano Tomás Magallón, esto siempre que no haga falta para completar el número que se necesita». En 1928 accedió a la jefatura el más mítico de cuantos han pasado por este oficio: Domingo Esteban Albir. La elección se hacía, tras la Guerra de 1936-39 y la unión de ambas cofradías, en la cena de la colación del Viernes Santo.

 

 

Durante mucho tiempo fue tradicional que los armados se vistieran juntos en algún local cercano a la salida de la procesión, aunque en la actualidad cada uno se viste en su propio domicilio o en casa de algún otro armado.

Si nos fijamos en su indumentaria más sencilla -chaquetilla, calzón y medias negras, camisa blanca y faja- observaremos que quizás se trate de un traje de fiesta de los campesinos castellanos de finales del siglo XVII o comienzos del siglo XVIII. Se le agregan las mallas, el casco y la lanza, además del coleto, para configurar un traje militar, con añoranzas romanas. Las mallas más antiguas, trabajadas en latón, llevaban diferentes dibujos, ya que era habitual que cada armado se proporcionara su propio traje, de manera que en ellas se pueden ver estrellas, redondeles marcados, etc. A partir de 1981 se unificaron los dibujos de todas las mallas, aun cuando se pueden ver también algunas de las antiguas. También ha sido habitual a lo largo de la historia de la Cofradía que cuando un armado dejara de procesionar, su traje fuera utilizado por sus hijos, otros familiares o amigos.

 

 

El principal signo distintivo de los armados es su traje. La vistosidad ha ido pareja, sin embargo, a un alto coste. En 1867 se pagaron 173 reales por los trajes que se hicieron para los armados, aunque desconocemos si eran completos. No obstante, un año después tenemos noticias de que el precio de un vestido de armado ascendía a 55 reales. En la posguerra el precio había aumentado notablemente, pues por la confección de un traje de armado se pagaron 175 pesetas. En 1981 el traje de armado costaba 23.500 pesetas. La Cofradía siempre ha dispuesto de trajes con el fin de facilitarlos a los hermanos que, sin ser de carga, deseaban vestirse como armados, o a los que siéndolo no hubieran podido adquirirlo.

 

 

Desde el año 2016 la Cofradía de la Vera Cruz y del Santo Sepulcro cuenta con hermanas de carga, que visten con el traje de dentro y tienen como signo distintivo la faja azul purísima. Acompañan a la Virgen de los Dolores el Viernes Santo por la mañana y portan la imagen de la Virgen de la Alegría el Domingo de Pascua en la procesión de La Torrendera, además de colaborar en el resto de celebraciones.

 

 

 

 

 

© Pedro Ortego Gil

Javier Sanz Serrulla

Pedro Velilla Pérez

José Cerezo Conde

Marina Ortego Carrascal